Había llegado a un punto en el que no podía
fingir ser heterosexual por más tiempo. Odiaba no poder ser yo mismo. Cuando
estás en el armario la gente da por sentado que eres hetero y tienes que soportar
afirmar con la cabeza cuando te sueltan los típicos comentarios de “mira qué
buena está esa” o “qué pedazo de tetas”, y decir “ya ves”. Me costó mucho
enfrentarme a toda esa gente y poder decirles a la cara que sí, que soy marica,
que soy maricón, que soy todo eso que me llamaban.
El principio de no discriminación exige que
los derechos humanos se apliquen igualmente para toda persona sin importar su
orientación sexual. Desgraciadamente, esta premisa no se cumple a ningún nivel
en la sociedad, ya que la institucionalización de la heterosexualidad en el
mundo sigue presente en pleno siglo XXI. Y es que la homosexualidad no es un
problema, pero la homofobia sí: es discriminación. Ésta se basa en un conjunto
de estigmas inmerecidos, prejuicios desventajosos, estereotipos y tabúes aceptados
dentro de la “normalidad”. Por otra parte, fortalece la intolerancia a la
diversidad y facilita los abusos de la autoridad. También promueve la ruptura
de las familias y caracteriza superioridades e inferioridades, y negación de
igualdad de derechos. Normaliza la desigualdad.
Ahora, volviendo a estudiar varios años
después, vuelvo a pasar por lo mismo. Y me vuelvo a encontrar cerrando la
puerta del armario por dentro al descubrir comportamientos homófobos entre mis
compañeros y compañeras. “Tengo muchísimos amigos gays, no tengo nada en contra
de ellos”, esta frase es ya un clásico de la homofobia. Quizá la sociedad no se
considere homófoba, pero el 35% de los delitos de odio que se produjeron en
España durante el 2014 no se han resuelto y entre ellos los delitos por
homofobia encabezan la lista. Está más que claro que vivimos en una sociedad
heteronormativa y LGTBIfóbica.
El colectivo LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales)
vive en todo el mundo situaciones complejas a razón de su orientación sexual o
de su identidad de género. Las viven en cada lugar de nuestro país de manera
continua y continuada, en las casas, en el bullying homofóbico, en el trabajo,
en la calle, en los comercios, los hospitales y en las clases. Como vemos, no
solo yo me encuentro en esta situación. En muchos centros educativos existen
casos de LGTBIfobia y una buena forma de empezar a acabar con este problema
desde su origen es educar en igualdad. El pasado día 17 se celebró el Día del
Silencio, una iniciativa que iniciaron en 1996 150 estudiantes estadounidenses
para denunciar el acoso y la inseguridad que sufren los jóvenes LGTBI en las
escuelas. Es muy triste que casi veinte años después sigamos teniendo motivos
para reivindicar lo mismo en este día y cada día.
Pero es muy difícil que la sociedad cambie
cuando tenemos un gobierno que nos trata como ciudadanas y ciudadanos de
segunda categoría. Porque para alcanzar una verdadera igualdad real es
necesario elaborar respuestas políticas que pongan las bases para erradicar la
violencia y discriminación que vive el colectivo LGTBI.
Pero a pesar de todo no vamos a rendirnos y
vamos a seguir librando esta verdadera lucha de David contra Goliat. Vamos a
seguir reivindicando esa igualdad para todas y todos, independientemente de la
orientación sexual e identidad de género. Le hemos declarado la guerra al
heteropatriarcado y no vamos a parar hasta que no quede ni un armario por abrir,
ni una pizarra con un arcoíris pintado.
Sergio Rodríguez Parreño
@Hachi_14
Joves Esquerra Unida Elx