diumenge, 5 d’abril del 2015

Disculpen las molestias, pero nos están matando


“Para mí, puta es la que la chupa, aunque sea a su novio. ¿Pero y si sales una noche y te lías con alguien no te gusta que te la chupen? Claro que me gusta, pero es de zorras”. Escuché esa conversación hace un par de semanas de boca de un par de chicos de unos veintitantos años. ¿Tan poco hemos avanzado? Me pregunté. En realidad no sé de qué me extraño cuando en lo que va de año llevamos ya un gran número de mujeres asesinadas por violencia machista en España y ante cada caso siempre hay alguien que dice eso de que si no hay nadie que se preocupe por “tantos hombres” que también sufren violencia por parte de las mujeres. Ya parece que hasta la guardia civil se suma a esto, aunque sea pidiendo disculpas después –aunque que no me queda muy claro que sepan bien por qué las piden-.


Cuando hablamos de violencia machista, y es triste tener que seguir explicándolo, no hablamos solo de asesinatos a manos de las parejas o exparejas sentimentales. Esto es solo, como tanto se dice, la punta del iceberg. La violencia contra las mujeres va mucho más allá, es real y simbólica. Según la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, ésta es considerada “como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia”, y “comprende todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad”. Esto, que suponía un paso al dejar atrás el concepto de violencia doméstica, sigue significando una visión restrictiva de esta horrible realidad. El acoso callejero, las agresiones sexuales, la constante cosificación de nuestros cuerpos... ¿acaso no son también muestras de violencia machista contra las mujeres?

Gran parte de esas violencias están tan naturalizadas, tan arraigadas social y culturalmente, que pasan desapercibidas incluso para muchas de nosotras hasta que nos ponemos las “gafas violeta” y comenzamos a verlo todo desde una perspectiva feminista. Es entonces cuando llega esa gente que dice que somos unas exageradas, que vemos machismo en todas partes y que, a veces, nos pasamos de feminazis. El patriarcado ha hecho bien su trabajo. Vivimos en una sociedad profundamente machista a pesar de todas las conquistas que la lucha feminista ha ido consiguiendo a lo largo de la historia. Falta absoluta de educación en igualdad y, sobre todo, de voluntad política. Vemos, por ejemplo, que se reducen los recursos económicos para luchar contra la violencia machista y esto hace que no existan sistemas eficaces de apoyo a las víctimas después de la denuncia. Así se ha conseguido que las mujeres presenten menos denuncias por el miedo a las represalias de los agresores. ¿Y aún nos siguen hablando de denuncias falsas – que existen, sí, pero son una minima excepción- y de hombres maltratados?

La diferencia entre la violencia machista de otros tipos de violencia es la razón que la mueve, una concepción de la mujer como ser subordinado al hombre. Por tanto, la violencia sobre hombres a manos de mujeres no entraría en esta clasificación, pues no responde a un problema de género. Como ya hemos dicho, vivimos en una sociedad patriarcal en la que quienes están en una posición superior, de poder, son los hombres. No podemos, por tanto, equiparar estas dos violencias, y que se use la segunda como arma arrojadiza para minimizar la primera es, cuanto menos, machista. Todo esto dejando al margen que estaríamos hablando de comparar casos puntuales con todo un sistema bien apuntalado en el que las mujeres reciben violencias a diario, ya sean físicas, sexuales, psicológicas, económicas, simbólicas…

Por eso, ese “para mí, puta es la que la chupa” es un reflejo más de una sociedad que relega a un segundo plano a la mitad de su población. Consecuencia inmediata de la falta de educación en igualdad, de la publicidad sexista… También, en definitiva, de un gobierno que recorta en igualdad, que nos aconseja, por ejemplo, que no vayamos solas por la calle de noche para evitar violaciones. Es necesario combatir el machismo día a día, reivindicar la lucha por la igualdad como algo imprescindible y transversal. Porque todos los días son 25 de noviembre y 8 de marzo, llevemos el feminismo a cada rincón del planeta, sigamos luchando por el reconocimiento de los derechos de las mujeres, sigamos luchando contra la violencia machista que afecta a todos los aspectos de nuestras vidas. Porque, disculpen las molestias, pero nos están matando.




Marina González Maciá
@mgonzalezm91
Joves Esquerra Unida Elx