diumenge, 8 de març del 2015

Invisibilizadas

Hace unos días vi en televisión una noticia sobre un acontecimiento en Siria que me impactó mucho. Me parece increíble que en pleno siglo XXI se lance a una persona desde un edificio por el simple hecho de amar a una persona de su mismo sexo. Siento vergüenza ajena de la gente que se reunió para ver como esa persona se precipitaba al vacío. Esta noticia salió a la luz porque quien fue salvajemente arrojado desde aquella azotea era un hombre. Lo que me plantea una duda, ¿cuántas mujeres habrán muerto por esta misma razón o por el simple hecho de acostarse con un hombre sin estar casadas?

Las pocas noticias que nos llegan sobre estas acciones extremistas no hacen más que enfurecerme. Que toda una comunidad se junte para apedrear a una mujer, las violaciones en masa, y otras muchas barbaridades hacen que una se plantee en qué época está viviendo. Cuando nos llega la información es porque ha sido algo demasiado fuerte como para poder ocultarlo. Pero, ¿y las pequeñas acciones? Porque estoy segura de que hay lesbianas asesinadas que habrán quedado en el olvido porque nadie ha informado de su muerte. Y mujeres que por ejercer su libertad sexual también han muerto en el más absoluto silencio.  Una muestra más de lo invisibilizadas que estamos las mujeres.

Pero no hace falta irnos tan lejos. A las mujeres en España no se les tiene tampoco en mucha consideración. La mayoría de jóvenes hoy en día piensan que la mujer debe de estar subordinada al hombre. Aunque el feminismo ha luchado mucho por cambiar estos pensamientos, y ha conseguido avances, parece ser algo arraigado en la cultura española.


Yo no he recibido una educación machista pero no es solo la educación que te ofrece tu familia, sino la que recibes en el colegio, en la calle, en la sociedad patriarcal en la que vivimos, la que te acaba condicionando y con la que te construyes. Así, me he encontrado en muchas situaciones en las que me he sentido cohibida por los hombres. En los bares o en las calles donde ellos sienten la extraña necesidad de piropear a las mujeres sin ningún motivo, ¿marcar territorio, tal vez?, en las discotecas donde ellos siempre se las apañan para pedir por delante de mí, en las clases donde mis compañeros siempre pensaban que no estaba capacitada para hacer los trabajos intelectuales, y otras muchas situaciones en las que me sigo encontrando en el día a día.


Ante estos problemas el feminismo nos propone el empoderamiento y la sororidad, es decir, la solidaridad entre mujeres en un sistema heteropatriacal  como el nuestro. Solo así será posible que yo, y otras chicas como yo, podamos hablar en público o que simplemente podamos ir a un bar y pedir una copa sin que un hombre nos pase por encima o nos incomode con lo que él considera un halago. Por eso debemos empezar las jóvenes a tomar consciencia de todo esto y empezar a cambiar las cosas alzando la voz y gritando todo lo que no quieren escuchar. Solo así alcanzaremos la igualdad. Solo así conseguiremos un mundo más tolerante y seguro para nuestros futuros hijos e hijas y educarlos a ellos en estas causas. Un mundo en el que los niños serán libres de llorar o bailar ballet sin que les digan que eso es de mariquitas y en el que las niñas serán libres jugar al deporte que quieran sin que las consideren marimachos. Un mundo en el que las mujeres consigamos ser visibles gracias al feminismo, que al fin y al cabo, lo que busca es que las mujeres seamos consideradas personas.




Clara Jaén Pomares
@Clarhime
Joves Esquerra Unida Elx